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Costa Rica

Sindicatura

Costa Rica, la ciudad más joven del estado de Sinaloa, se localiza a una altura de 27.11 metros sobre el nivel del mar. De los 58 mil 092 km² con los que cuenta el estado de Sinaloa, 4,758.9 corresponden al municipio de Culiacán, y de ellos 450 pertenecen a la sindicatura de Costa Rica y se ubica 25 kilometros de la capital sinaloense.

Fue en agosto de 1945, en Ciudad de México, cuando el Notario Público, Lic. Manuel Borja Soriano, dio fe del nacimiento de la Central Sanalona S.A., teniendo como principales accionistas a Manuel Suárez, Jorge Almada Salido, Antonio Haas, Roberto Avendaño y el general Juan José Ríos. En el predio San Rafael, propiedad de Don Manuel J. Clouthier, fue el área que se encontró con las características deseadas para instalar la Central Sanalona y ahí adquirieron 10,000 hectáreas mediante crédito obtenido por Nafinsa por 6 millones de pesos.

En 1946, a la empresa estadounidense Fulton Iron Works se le compró equipo y maquinaria, a B. Parra S.A. se le contrató para el armado e instalación y a la Impulsora de Fomento Agrícola S.A. se le encargó desmontar los terrenos. En 1948 se concluyó la construcción y se probó el equipo y maquinaria del Ingenio Central Sanalona con el que inmediatamente después se produjeron 106.57 toneladas de azúcar. Al año siguiente el presidente Miguel Alemán Valdez inauguró las instalaciones.

El 9 de octubre de 1946, esta comunidad es elevada al rango de Sindicatura por el H. Ayuntamiento de Culiacán que presidía José Z. Espinoza, entonces presidente municipal, ahora con el nombre de Costa Rica; “Tierra Rica y Fértil Entre la Sierra y la Costa”. Sus colindancias son al norte, limita con la sindicatura de Las Tapias y la ciudad de Culiacán; al oeste, con la Ensenada del Pabellón; al noroeste con el municipio de Navolato y, al sureste, con la sindicatura de Eldorado.

Su relieve es plano y semiplano. Los suelos son tipo barrial, aptos para la agricultura. A diferencia de otras comunidades, la sindicatura no cuenta con ríos, arroyos o manantiales naturales, salvo la laguna de Chiricahueto, bañada por las aguas de la Ensenada del Pabellón. Sin embargo se abastece de agua de diques y canales que reciben líquido del río Culiacán, el cual vierte parte de sus aguas sobre el canal principal oriental.

La temperatura media anual es de 24ºc. En verano las precipitaciones pluviales alcanzan hasta 640 milímetros favoreciendo la explotación agrícola, como la caña de azúcar, tomate, chile, berenjena, pepino, calabaza y cereales, maíz y arroz, así como también leguminosas como fríjol y cártamo. Una vasta vegetación se desarrolla en forma silvestre entre lasw que destaca el zacate, quelite, verdolaga, nopal, tulipán, cardón y aguama. Árboles como mango, guayabo, ciruelo, limón, naranjo y granada entre otros.

Existe además una rica fauna como el chanate, cuervo, zopilote, paloma, cuichi, lechuza, tecolote, urraca, zenzontle, cardenal y ánceras. Dentro de la fauna doméstica existen el gato, perro, gallo, gallina, así como una diversidad de ganado equino, porcino y vacuno. Las familias, provenientes de 25 estados de la república mexicana, desde el año 1945, iniciaron los asentamientos partiendo de la nada; desmontaron hectáreas a fuerza de hacha y machete, abrieron el surco y sembraron la vara dulce a la luz de las cabrillas, el lucero y el camino de Santiago.

Las mujeres cocinaron tortillas a metate y fogón, conviviendo con hombres rudos que las superaban hasta en un 95 %. Domeñar el agreste monte fue harto difícil pues no había agua ni luz y en ocasiones se tenía que dormir en los tijerales de las casas utilizando esteras de quiote de maguey ya que abundaban los animales ponzoñosos.

Fue en el año de 1948, cuando el Ingenio Central Sanalona, posteriormente llamado Rosales, lanzó al viento sus primeros granos de azúcar, acción que se repetiría durante más de 50 años, llevando alegría y felicidad a cientos de familias costarricenses. El molino uniformó brazos, horarios de trabajo, lenguaje, pensamiento y cultura.

Aunque la vida productiva del ingenio inició en el año de 1949, siendo propietarios del mismo las familias Suárez Ruiz, Haas de la Vega y Almada Elías Calles. Es hasta 1954, al pasar a manos del Gobierno Federal, cuando se dan condiciones para festejar actividades relacionadas con la caña de azúcar al cobrar la factoría nuevo impulso, dando seguridad y empleo a miles de familias migrantes y estacionales.

En 1958, 10 mil hectáreas de tierra en las que se cultivaba caña para el Rosales fueron repartidas a jornaleros agrícolas (maquinistas, fleteros, macheteros, regadores, cadeneros, estroberos, apuntadores, etc.), formándose la organización denominada “Asociación de Productores de Caña de Azúcar”, por personas originarias de 25 estados de la república mexicana. Muchos de ellos traían cultura cañera pues llegaron de Veracruz, Jalisco, Morelos y Michoacán.

Fue esta sociedad la que acordó, a propuesta del sr. Francisco Soto Leyva y el sr. José Herrera Mares, dirigente de la misma, celebrar la terminación de zafra adornando la carreta que transportaba, del campo al batey, la última cosecha. Los festejos iniciaron un 6 de abril de 1961, cuando en el lote denominado “Carlón Primero” el cortador Juan Machado Pérez dio el último machetazo correspondiente a la molienda 1960/1961, responsabilizándose el mismo de los arreglos florares de la última carreta, cargada en esta ocasión con cinco toneladas de caña.

Del lote “Carlón Primero” la unidad fue remolcada por un tractor Farmall Mkcormic a la calle cañera num. 11, distante 7 kilómetros de la comunidad de Costa Rica. Dicha artería se diseñó en 1946 para transportar caña de la era a la fábrica por ferrocarril y tractor, teniendo 4 kilómetros de largo por 20 metros de ancho. A la vera de dicha vía se plantaron cientos de árboles de tabachín, amapa y eucalipto con el fin de embellecer el paisaje. En este lugar se adornó por vez primera la última carreta con flores de tabachín y amapa: rojas, blancas y amarillas, así como ramas de eucaliptos.

Como a las 11 de la mañana del día antes señalado, dio comienzo la procesión incorporándose más de 400 jornaleros con ropa de trabajo (huarache de correas, pantalón y camisa de mezclilla, así como sombrero de palma), todo de color negro por el tizne de caña, llevando aún en sus manos el machete que simboliza el trabajo campirano.

A las 12 horas llegaron a la puerta del ingenio donde los esperaba el gerente general sr. Guillermo Casillas Arroyave, acompañado de su personal de confianza. Pasaron posteriormente al batey, lugar donde se ofició una misa en agradecimiento a Dios por los resultados positivos de la molienda. Cinco horas después, el silbato del ingenio, con lastimeros aullidos, comunicaba a los costarricenses que una zafra más había culminado, dejando no solo magníficos resultados sino además las bases de lo que en el futuro sería una gran tradición.

La siguiente zafra terminó un 4 de mayo de 1962, en el lote cañero denominado “Emilor”, ubicado en la parte suroeste de la comunidad, lugar desde donde se trasladó la última carreta a la calle num. 11, para ser adornada por el sr. Juan Santiago López que en esta ocasión cortó el último chorro de caña. En este año los festejos cobraron mayor relevancia pues, a los adornos ya descritos, se sumó la flor o espiga de caña para mayor simbolismo de la celebración.

Algo más relevante sucedió aún, don Guillermo Casillas, contrató por vez primera la música de viento para acompañar el último convoy, correspondiendo a los Hermanos Meza ser pioneros en esta tradición. Entre surcos, brechas y caminos dio comienzo el desfile, serpenteando por la calle cañera num. 11, llegando a la comunidad una hora después. Un penetrante aroma a miel, asociado al olor de flores de tabachín y amapa, acompañaron durante el recorrido al grupo de trabajadores quienes vibraron por vez primera con las notas de El Niño Perdido, El Sinaloense, El Barzón y la India Bonita.

Llenos de gozo llegaron los jornaleros a la puerta del ingenio donde obreros fabriles, colonos , directivos y empleados de confianza, encabezados por don Guillermo Casillas Arroyave, Francisco Soto Leyva y José Herreras Mares, los esperaban para pasear la carreta por las principales calles de la comunidad. El pueblo de Costa Rica apoyó con gritos de júbilo la celebración.

Llegando a batey el contingente inició la misa, oficiada, en esta ocasión, por el sr. Obispo de la Diócesis de la ciudad de Culiacán, Sinaloa, don Lino Aguirre García. Al final del acto litúrgico, los presentes fueron invitados por el sr. Guillermo Casillas Arroyave a una apetitosa comida en el interior del mismo ingenio. Como era ya tradicional, cinco horas después, el llanto del silbato comunicaba a los costarricenses la culminación de una zafra más.

Conformé pasaron los años, la ceremonia de fin de zafra se convirtió en verdadera tradición popular al grado de que en los subsiguientes años siempre estuvo presente la música de viento. Desfilaron por este pueblo de Costa Rica las bandas: El Recodo, de don Cruz Lizárraga; Cachi Anaya, así como Los Guamuchileños, entre otros.

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